En la previa de un nuevo Clásico Universitario entre Universidad de Chile y Universidad Católica, todo marchaba tranquilo en el Estadio Municipal Ester Roa Rebolledo de Concepción, escenario del duelo número 196 entre ambos cuadros.
Sin embargo, a poco de comenzar el partido desde el sector sur del recinto deportivo, donde solo había hinchas de la U, comenzaron a lanzarse fuegos artificiales y bombas de estruendo de manera continua.
La situación se prolongó, incluso, hasta los primeros minutos del compromiso; no obstante, el árbitro Francisco Gilabert no determinó la suspensión del cotejo, pese a que algunos de los elementos pirotécnicos cayeron cerca del portero azul, Cristóbal Campos. Tampoco hizo ademán de detener el partido hasta que se normalizara esta situación.
Debido a ello, desde la locución del propio reducto penquista se hizo el llamado a los hinchas a detener el lanzamiento de dichos objetos, pero la barra del cuadro laico hizo caso omiso a esta instrucción, ya que la calma solo duraba por algunos minutos. Mientras tanto, el partido era parejo y estaba empatado sin goles, con muy poca emoción.
Tras unos breves momentos, la situación pareció normalizarse, pero alrededor del minuto 30 del encuentro, ocurrieron los hechos de mayor gravedad que, finalmente, obligaron a suspender el Clásico Universitario: una serie de fuegos artificiales, bombas de ruido y bengalas comenzaron a caer desde el sector preferencial hacia las bancas de ambos planteles, provocando la suspensión del partido.
Incluso, algunos de estos elementos cayeron cerca del cuarto árbitro, Diego Flores, motivando el retiro del cuerpo referil hacia los camarines del recinto penquista. También resultaron heridos un carabinero, un camarógrafo de TNT Sports y un periodista, según informaron las autoridades presentes en el estadio.
Los jugadores quedaron reunidos en la cancha, a la espera de una resolución oficial. Luego de unos minutos, decidieron ingresar a los túneles, donde esperaron alrededor de media hora hasta que se ratificó la suspensión del clásico, en un ambiente de preocupación y de camaradería entre ellos.
Mientras aquello ocurría, el cuerpo médico de Universidad Católica atendía a Diego Flores, el cuarto árbitro, quien fue el principal afectado por la pirotecnia, ya que esta explotó muy cerca de donde se encontraba, quedando con un trauma acústico.
De hecho, la transmisión oficial captó el momento en que Gilabert resguardaba la salida de su compañero, que se tomaba la oreja derecha tras los incidentes ocurridos, visiblemente afectado por el estruendo de los fuegos de artificio. Mientras que Cristóbal Campos, arquero de la U, dialogó con los hinchas, mostrando su enojo por lo sucedido y la preocupación por sus familiares, que se encontraban cerca de donde comenzaron los incidentes. En tanto, algunos hinchas azules trataban de detener por su cuenta a los responsables de lanzar elementos al campo, persiguiéndolos por las graderías.
Finalmente, luego de varios minutos, el juez Francisco Gilabert informó a los clubes de la suspensión del partido, noticia que fue anunciada en pasillos por el propio DT de la U, Mauricio Pellegrino, y que luego fue oficializada por Yamal Rajab, gerente de competiciones de la ANFP.
Lo deportivo terminó en segundo plano. Todos los reflectores se los llevaron los incidentes, que marcaron el Clásico Universitario desde su inicio. Solo 40 segundos bastaron para que aparecieran las primeras bombas de estruendo. Esto sería un aviso para lo que ocurriría después. En ese sentido, en las horas previas, la parcialidad azul advirtió sobre las consecuencias que traería la prohibición de ingresar al estadio diversos elementos por parte de las autoridades.
Durante la noche del sábado, desde Los de Abajo, nombre de la barra de la U, aseguraron que intentarían internar, “como sea”, todos los elementos que pretendían: “Lamentablemente los inútiles de verde tiraron la fiesta para abajo y nos prohibieron el ingreso de nuestros elementos de animación, junto con ello, toda la fiesta que teníamos preparada de hace meses. Todo esto ya estaba debidamente hablado y tratado como corresponde, con las peticiones respectivas para el ingreso de elementos de animación”, señalaron a través de sus redes sociales.
De manera arbitraria, carabineros de la ciudad de Concepción decidieron no permitir el ingreso de nuestra fiesta. Hacemos publica esta situación porque nos hierve la sangre que, por la inoperancia de la institución más cuestionada del país, la fiesta de los estadios muera”, complementaron en la noche previa al duelo.
No obstante, las amenazas no finalizaron ahí. De hecho, continuaron. Horas antes del encuentro, la agrupación también se refirió a la prohibición del ingreso de los elementos de animación: “Teníamos todo preparado para armar la fiesta en Collao, pero las autoridades locales nos prohibieron el ingreso de todos los elementos de animación. Trabajamos por tres meses para realizar esto con rifas, campeonatos, campañas de recolección y aportes, y Azul Azul ni siquiera hizo la gestión formal para poder ingresar la fiesta y el aguante de siempre a las galerías”, indicaron.
Finalmente, cuestionaron el accionar tanto de la concesionaria que maneja al club, como de carabineros y autoridades: “Nos citan temprano, pero solo para perder nuestro tiempo y mostrar su inoperancia. No les interesan los hinchas, nunca les ha interesado el club. Juegan con el sentimiento de todo un pueblo, su intención nunca a sido traer a la familia al estadio, su represión, sus malos tratos y sus decisiones (son) totalmente arbitrarias. No solo no tenemos estadio, sino que los dirigentes del club nos hacen sentir visita en todos lados. ¡Los De Abajo contra todos, ni cagando nos van a callar!”, finalizaron.