El Salvador fue fundada por la Andes Mining Copper Company en 1959, [1] en el área sur del Despoblado de Atacama. Se originó como una nueva company town [2] del cobre para cumplir funciones residenciales y laborales relacionadas con la explotación del mineral del cobre, a partir del proyecto del arquitecto norteamericano Raymond Olson, de Anaconda-Jurden Associates, Inc. Opera la mina Inca, de explotación subterránea, y las minas Campamento Antiguo y Damiana Norte, ambas a rajo abierto. Es complementaria de la fundición situada en la company town de Potrerillos a 72 km de distancia. El Salvador fue “chilenizada” primero, “nacionalizada” más tarde [3] y, por último, integrada en la empresa chilena CODELCO durante la década de los 80.
La singularidad del asentamiento, en relación con otros campamentos de su época (Saladillo, 1964), le entrega un valor destacable. El Salvador está en proceso de reconocimiento como Ciudad Industrial Patrimonial. El asentamiento es representativo de una versión de la company town, [4] construido ex novo con el propósito de conseguir máxima concentración de capital y trabajo mediante la articulación armónica de viviendas, edificios de equipamiento y espacios públicos, recurriendo a la construcción de una sociedad urbana e industrial al servicio de la producción, incluyendo un modelo de ingeniería social que controla la eficiencia, la disciplina, el rendimiento, la cohesión social. Este modelo se entiende como un dispositivo formal y simbólico para el control, la vigilancia y la productividad de la máquina productiva devenida en modelo urbano, mediante una propuesta en la cual perduran aspectos parciales de las ideas que inspiraron a la Revolución Industrial. [5] Otro aspecto de gran interés en El Salvador es el relacionado con su condición de laboratorio para la investigación de morfologías urbanas, tipologías edilicias, materiales y sistemas constructivos, a partir del campo de exploración, siempre dinámico, que ha sido la minería del cobre.
El Salvador, la nueva company town del cobre
Olson propuso un asentamiento modelo, denominado El Salvador Project, que incluyó 1.200 viviendas y edificios de equipamiento, para alojar a 6.500 personas en ocho hectáreas de terreno, con una superficie edificada de más de 40.000 m2. Incorporó conceptos de good living, health and recreation, en una dinámica de bienestar afirmada en la memoria del proyecto, [6] de acuerdo con algunos de los temas planteados por el Team 10 y las primeras New Towns. [7]
Olson reconoció la forma del anfiteatro geográfico de suave pendiente en que situó el asentamiento, que quedó adecuadamente encajado en el impresionante escenario natural, con el cerro de la Cruz como resguardo frente a la vastedad del desierto, integrándolo como elemento de referencia desde el campamento. A partir de ello, el arquitecto planteó un diseño semicircular, recordando la forma de un casco minero, conformado por anillos concéntricos a la plaza como foco de la composición, de manera que su paisaje urbano fuese controlado en su interioridad por calles semicirculares, de perspectivas cortas, hacia las cuales se van presentando las fachadas de las viviendas, para evitar la uniformidad del conjunto y la fuga de la visión hacia el desolado desierto.
Olson propuso que El Salvador debía ser una comunidad peatonal, con los equipamientos situados a una próxima de todas las viviendas, con espacios de públicos de recreación localizados en áreas próximas a los vecindarios y distribuidas de manera uniforme en el área urbana. Para seguridad de los escolares, proyectó las escuelas lejos de las áreas de mayor tráfico, como es el caso de la escuela La Mina (1959), dispuesta en el encuentro del semicírculo externo con el eje principal, complementada por otro establecimiento educacional en el barrio americano. [8] A su vez, situó al hospital próximo a las áreas residenciales, entre el semicírculo del campamento obrero y la extensión del barrio americano. El núcleo principal de equipamientos fue construido en torno de la plaza central, incluyendo la iglesia católica, el club social de empleados, el cine Inca, oficinas públicas, bancos, restaurantes y áreas comerciales, materializando un programa que incluyó beneficios de atención médica y hospitalaria, la educación, la recreación, las prácticas deportivas y diversos estímulos para el desarrollo armónico de la vida social y familiar. El cuidado que puso Olson en el diseño de El Salvador queda en evidencia por el hecho que seleccionó hasta 10 diferentes y suaves colores, compatibles entre sí, para la pintura del conjunto urbano, evitando la monotonía y cuidando de pintar los techos de un blanco brillante para reflejar el calor.
Para el campamento obrero, Olson diseñó diferentes viviendas unifamiliares pareadas, de tres y cuatro habitaciones, en dos pisos, con estructuras de hormigón armado y cerramientos en bloques de hormigón estucados y pintados. Para el barrio americano, tres distintos tipos de bungalows, con un amplio programa de recintos, incluyendo cuatro dormitorios, estar, comedor y servicios.
El programa de construcción se llevó adelante con un plan inicial de alrededor de 300 viviendas de 100 m2 en dos pisos (1958). Un segundo plan agregó cerca de 150 viviendas de 100 m2 en un piso (1970). El tercer plan incluyó 180 viviendas de 90 m2 (1975- 1976). En 1988 se construyeron nuevas viviendas aisladas, de un piso. Con el paso del tiempo, la vitalidad de los usos urbanos ha ido demandando nuevos terrenos en el área central. A su vez, ha sido necesario incorporar un mayor número de trabajadores, lo que ha elevado los habitantes del asentamiento a cerca de 12.000 personas, con el consiguiente aumento de equipamientos y viviendas.
A 64 años de su construcción, El Salvador es un asentamiento complejo, con número de habitantes, viviendas, equipamientos e infraestructura como para ser considerada una ciudad en pleno derecho, producida con un proyecto que, como hemos visto, aseguró los mejores estándares funcionales y constructivos. Estuvo a punto de cerrar en los años 2011 y 2016, pero gracias a los nuevos proyectos, podrá alargar su vida útil hasta el año 2068. Estas fechas señalan una vez más la condición funcional en el origen de estos asentamientos, cuyo horizonte temporal está vinculado estrechamente con la existencia y explotación de los recursos mineros.