Durante la celebración de Semana Santa, millones de personas alrededor del mundo se abstienen de comer carne en Viernes Santo, una práctica que va más allá de lo alimenticio y que está cargada de significado religioso y espiritual.
Una tradición cristiana que recuerda el sacrificio de Jesús
La abstención de carne en este día conmemora la crucifixión de Jesucristo, un acto central en la fe cristiana que simboliza la entrega y redención. Evitar el consumo de carne es un gesto de recogimiento y conexión espiritual, que invita a los fieles a la reflexión sobre el sentido de la fe y el sacrificio de Cristo.
Esta práctica tiene raíces en las tradiciones judías de ayuno en días sagrados, adoptadas por los primeros cristianos como parte de su calendario litúrgico. En sus inicios, implicaba una abstención total de alimentos, pero con el paso del tiempo evolucionó hacia una restricción parcial que excluye únicamente la carne de animales terrestres, permitiendo el consumo de pescado.
El simbolismo de la carne y el pescado en la tradición cristiana
La carne era considerada un alimento de lujo o placer, mientras que el pescado representaba un alimento más humilde, acorde al espíritu de penitencia del día. Esta diferenciación permitió mantener la tradición incluso entre personas que realizaban trabajos físicos intensos.
Durante la Edad Media, esta costumbre también tuvo implicancias económicas, impulsando el comercio de productos del mar durante las festividades religiosas.
Cómo se vive hoy la abstinencia en diferentes iglesias
La forma de conmemorar el Viernes Santo varía entre distintas confesiones:
- Iglesia Católica: recomienda la abstinencia de carne todos los viernes del año, con énfasis durante la Cuaresma, especialmente en Viernes Santo.
- Iglesias ortodoxas: mantienen una pauta más estricta, excluyendo todos los productos de origen animal, incluidos huevos y lácteos.
- Iglesias protestantes: presentan criterios diversos; algunas denominaciones promueven la abstinencia como acto voluntario, mientras que otras no establecen una norma formal.
Esta práctica milenaria se mantiene vigente y sigue siendo una forma de conexión espiritual con uno de los momentos más significativos del calendario cristiano.