Un asesinato por encargo desencadenó una serie de eventos que llevaron al descubrimiento de un caso en el que los autores intelectuales eran los propios hijos de la víctima. Maximiliano y Luciano Guzmán buscaban eliminar a su padre, Mauricio, un comerciante de Concepción, por motivos económicos y de venganza. Esto se debía a que Mauricio había denunciado a uno de los miembros de su familia.
Un plan fallido
Según el informe de BBCL, los hermanos contactaron a un colombiano al que le proporcionaron un arma y 122 balas para llevar a cabo «el trabajo», a cambio de 3 millones de pesos. Esta oferta era tentadora para el asesino a sueldo, ya que estaba pasando por un mal momento económico y tenía a punto de nacer a su hija. Sin embargo, las cosas no salieron como esperaban: el colombiano no recibió la totalidad del dinero y no cumplió con lo que le habían pedido, a pesar de haber estudiado los movimientos de la víctima para garantizar un resultado exitoso.
Los hechos
Bryan Monsalve, el hombre contratado para cometer el asesinato, decidió que el 18 de julio era el día indicado para llevar a cabo la acción. Al ver la camioneta de Mauricio en la madrugada, apuntó la pistola hacia su cabeza. «Le disparé la primera vez, la bala no salió. Le apreté la segunda vez el gatillo y la bala tampoco salió. La volví a cargar y apuntarle en la cabeza, y en eso el Cucho (apodo de Mauricio) me dice ‘no lo haga, qué está haciendo, no lo haga, mijo'», confesó Monsalve. Después de un tercer intento, la bala finalmente salió y alcanzó a Mauricio en la cabeza. Sin embargo, el comerciante no murió y Luciano le dijo que solo le pagarían la mitad de lo acordado.
Posteriormente, todos los involucrados fueron detenidos, incluyendo a un tercer hermano acusado de parricidio frustrado. El fiscal Matías Arellano reveló que, mediante intercambio de imágenes, se pudo comprobar la confesión de Monsalve. Además, entregó capturas de conversaciones que tuvo con uno de los hermanos a través de Telegram, las cuales realizó luego de no recibir su pago.