El uso de estufas mal mantenidas puede convertir el calor del hogar en un peligro silencioso y mortal.
Con la llegada de las bajas temperaturas, muchas familias en Chile encienden sus estufas, braseros y calefactores. Sin embargo, este hábito invernal puede traer consigo un grave riesgo: la intoxicación por monóxido de carbono (CO), un gas imposible de detectar sin instrumentos especiales, pero con consecuencias potencialmente letales si no se toman precauciones.
El “asesino invisible” que ronda los hogares en invierno
El monóxido de carbono se produce cuando hay combustión incompleta de materiales como leña, carbón, gas, kerosene o alcohol. Lo más peligroso es que no tiene olor, color ni sabor, por lo que pasa desapercibido hasta que comienzan a sentirse los síntomas de la intoxicación.
A diferencia del gas licuado, que lleva un aditivo con olor fuerte para ser identificado en caso de fuga, el CO no activa ninguna señal sensorial en las personas, por lo que su detección depende únicamente del uso de detectores especializados, los que deberían instalarse especialmente en dormitorios y pasillos.
Medidas esenciales para prevenir intoxicaciones
Para evitar tragedias, los expertos recomiendan una serie de acciones concretas que pueden marcar la diferencia:
- Realizar mantenciones periódicas a estufas, calefactores y otros sistemas de combustión.
- Evitar el uso de braseros, cocinas a gas o carbón como calefacción, ya que emiten gases peligrosos en espacios cerrados.
- Apagar estufas a gas o parafina antes de dormir o al ausentarse del hogar.
- Asegurar una ventilación adecuada en todos los espacios calefaccionados, incluso cuando hace frío.
- Instalar detectores de monóxido de carbono certificados en puntos estratégicos del hogar.
Estas medidas son claves para evitar accidentes y garantizar un invierno seguro para toda la familia.
Síntomas a los que hay que prestar atención
El cuerpo humano puede comenzar a manifestar señales de intoxicación desde las primeras horas de exposición al monóxido de carbono. Los síntomas más comunes incluyen:
- Dolor de cabeza persistente.
- Mareos y debilidad general.
- Fatiga y somnolencia fuera de lo normal.
- Náuseas o vómitos.
- Visión borrosa o alteraciones visuales.
En casos graves, la exposición prolongada puede llevar a pérdida de conciencia, daño cerebral e incluso la muerte. Por eso, ante la sospecha de intoxicación, se debe ventilar inmediatamente el lugar y acudir a un centro asistencial de urgencia.