Tener un sueño reparador es esencial para iniciar el día con energía y mantener un buen estado de ánimo. Además de los hábitos y rutinas previas al descanso, el entorno físico en el que se duerme juega un papel determinante en la calidad del sueño. Varios factores del dormitorio pueden influir directamente en este proceso, afectando tanto el bienestar físico como el mental.
La importancia del entorno en el descanso

Para el médico neumonólogo Facundo Nogueira, jefe del Laboratorio del Sueño del Hospital de Clínicas, contar con un entorno apropiado para dormir es crucial para mejorar el descanso nocturno. Según el especialista, el cerebro mantiene una conexión activa con el entorno incluso mientras dormimos, por lo que estímulos externos pueden interrumpir o fragmentar el sueño.
Uno de los elementos clave es el aislamiento acústico. Nogueira advierte que los ruidos provenientes del exterior, del edificio o del propio hogar pueden alterar el sueño, incluso sin que la persona llegue a despertarse por completo.
Iluminación, colchones y temperatura: aspectos determinantes
Otro factor fundamental es el control de la luz en la habitación. Para evitar interrupciones en el sueño, se recomienda mantener las ventanas o cortinas cerradas, impidiendo así la entrada de luz exterior. Además, es importante evitar que dispositivos electrónicos emitan luz durante la noche, como televisores o cargadores de celular.
La elección de la cama y el colchón también influye directamente en el descanso. Estos deben contar con una rigidez adecuada que permita mantener una postura confortable durante la noche, evitando tensiones musculares o contracturas.
Respecto a la temperatura ambiente, Nogueira señala que el cuerpo requiere una media de entre 24 y 25°C en invierno para relajarse de forma adecuada. Si la temperatura desciende por debajo de los 10°C, el organismo no logra alcanzar un estado de relajación óptimo, lo que afecta negativamente la continuidad del sueño.
El rol de las mantas pesadas en la calidad del sueño
Una investigación realizada por la Universidad de Uppsala, en Suecia, analizó los efectos del uso de mantas pesadas sobre la producción de melatonina, la hormona que regula el ciclo del sueño. El estudio, que incluyó a 26 participantes jóvenes, evidenció un aumento del 30% en los niveles de melatonina al utilizar mantas que representaban aproximadamente el 12% del peso corporal.
Elisa Meth, una de las autoras del estudio, explicó que esta presión moderada podría inducir una sensación de calma, favoreciendo así el inicio del sueño. También se observó que los niveles de oxitocina, hormona vinculada al placer y la reducción del estrés, no se vieron alterados.
Además, Meth indicó que la presión ejercida por estas mantas proporciona una sensación de seguridad y contención. En personas con síntomas de ansiedad o con estados depresivos leves, este tipo de estímulo físico puede contribuir a una mejora en la calidad del sueño.