En plena campaña presidencial, Boric sostuvo que Chile sería la tumba del neoliberalismo. Envalentonado por el éxito del “Apruebo” en el plebiscito constitucional de 2020 y por el expresivo triunfo de su sector político en la elección de Convencionales en 2021, el entonces candidato se presentaba como el refundador.
El plan de Boric para cambiar el modelo de desarrollo chileno
Con un discurso mordaz en contra de los 30 años de democracia, Boric venía a cambiar el modelo de desarrollo chileno, confiando en el texto constitucional que discutían sus cercanos en la Convención. El diseño era muy claro. El primer paso ya estaba dado. En 2019 los chilenos se volcaron a las calles demandando justicia e igualdad. El segundo paso fue la apertura del proceso constitucional, la única vía que encontró el Presidente Piñera para evitar el fin anticipado de su gobierno.
El tercer paso fue ganar el plebiscito de 2020, dando por muerta la Constitución de 1980. El cuarto paso era vencer en la elección presidencial de 2021, derrotando por amplio margen a la derecha radical. El quinto paso era, una vez en el gobierno, refrendar la propuesta constitucional de la Convención en el plebiscito de 2022. Esto último no se dio y el Presidente tuvo que cambiar completamente su hoja de ruta.
El desafío para el Presidente después de claudicar frente al neoliberalismo
Habiendo claudicado en su objetivo de enterrar el neoliberalismo, el Presidente se propuso dos reformas claves. El pacto fiscal para obtener más recursos que permitan financiar políticas sociales, y una reforma previsional para mejorar las pensiones, construyendo además un fondo social o solidario como contrapeso al sistema de capitalización individual.
Nada de eso ha podido sacar adelante y, en paralelo, explotó la crisis de seguridad pública, que ha copado la agenda en los medios de comunicación. Sin embargo, y a pesar de todo, el Presidente ha sostenido niveles de aprobación cercanos al 30%. Para mucho, es una cifra escuálida, más aún si la base de apoyo a Boric está en los jóvenes y en los segmentos de mayores recursos. Para otros, entre los que me incluyo, ese 30% es muy valioso. Con esa cifra, el gobierno perfectamente puede instalar un candidato y avanzar a la segunda vuelta presidencial.
El impulso electoral que necesita Boric
El Presidente necesita de un empuje adicional para elevar su aprobación. La experiencia chilena muestra que presidentes populares obtienen un mejor desempeño electoral en los comicios de medio término, y que el resultado de esas elecciones explica robustamente lo que suceda en la presidencial del siguiente año. ¿Cómo elevar la aprobación de Boric?
La crisis política en Venezuela le ha entregado un nuevo protagonismo al Presidente. Con cautela y mesura, la diplomacia chilena ha orientado el mensaje del mandatario. Lo primero, fue no reconocer oficialmente a Maduro como presidente electo. Lo segundo, exigir las actas oficiales de unos comicios evidentemente fraudulentos.
El PC, en tanto, se ha posicionado en la vereda opuesta, generando un conflicto que incluso ha escalado al propio gabinete con la disputa entre la ministra Jara y el ministro Montes. ¿Qué pasaría si Boric reconoce a Edmundo González como presidente electo de Venezuela?
En primer lugar, se zanjaría cualquier mínima duda sobre las convicciones democráticas del Presidente y su defensa acérrima de los derechos humanos. Segundo, si el PC se retira del gobierno, Boric quedará con una coalición más pequeña en términos de volumen, pero más consistente en términos ideológicos.
Tercero, puede que, incluso, la salida del PC facilite las relación con la oposición en el Congreso, aumentando las probabilidades de sacar adelante la legislación fiscal y previsional. Cuarto, Boric pasaría a la historia como el primer Presidente al menos desde 1990 en romper una coalición de gobierno por defender la democracia independiente del color político del dictador.
Quinto, todo esto debiese impactar en sus niveles de aprobación presidencial con todos los efectos que señalé más arriba. De acuerdo a este análisis, entonces, Chile ya no fue ni será la tumba del neoliberalismo, pero sí podría representar el ocaso del comunismo, cuestión que podría romper el techo histórico del 30% de aprobación. La decisión es del Presidente.