En el corazón del desierto más árido del mundo, una zona caracterizada por la minería y la extracción de cobre, los agricultores locales implementan nuevas tecnologías para transformar tierras áridas en suelos fértiles. A pesar de la adversidad y la mala calidad del suelo en Copiapó, se busca tratar la tierra como un «ser vivo» y no solo como un sostén para las plantas, priorizando la incorporación de materia orgánica y la reactivación de la microbiota.
Juan, un agricultor de la zona que continuó con los cultivos desarrollados por su padre, relata que tras probar variados fertilizantes y abonos sintéticos, notó que las sales y químicos de estos productos deterioraban el suelo con el tiempo. Ante esta realidad, comenzó la aplicación de una solución de microalgas de agua dulce, desarrollada por un grupo de investigadores de Tecnolab.
Modelamiento tecnológico del cultivo
La fórmula utilizada fue modelada mediante inteligencia artificial. Según los investigadores, esta tecnología permitió resolver problemas clave como la alimentación de las microalgas y su convivencia. De las aproximadamente 4.000 especies conocidas, y tras estudiar unas 100 en laboratorio, se seleccionaron seis, comprobando que cuatro de ellas eran especialmente eficientes para el uso agrícola en el norte de Chile.
El proceso de cultivo se realiza en contenedores con un medio especial y agua de riego, que puede provenir de pozos o canales. En un periodo de 15 días, las algas se reproducen y adquieren una coloración verde fosforescente, indicativo de que están listas para su aplicación. Un solo contenedor permite regar hasta cinco hectáreas.
Implementación y monitoreo
Juan Bequalfa, especialista en inteligencia artificial, explica que el sistema incorpora sensores en los contenedores para medir variables como temperatura, pH, turbidez y color. A través de técnicas de machine learning, se monitorean patrones en tiempo real mediante una aplicación móvil, lo que permite generar alertas sobre el estado de las microalgas y asegurar su calidad antes de ser aplicadas al suelo.
Para la distribución del producto, se han empleado diversos métodos: desde el riego por goteo tradicional y tractores asperjadores, hasta el uso de drones, lo que ha permitido agilizar el proceso con mayor precisión.
Resultados en los cultivos
En términos operativos, las microalgas absorben dióxido de carbono y lo fijan en el suelo como bioestimulante. Esto enriquece el terreno con nutrientes y estimula la actividad microbiana. Marco Cornejo, productor de uvas con cientos de hectáreas, señala que al aumentar la materia orgánica se generan más raíces, haciendo más eficiente el uso de insumos inorgánicos y permitiendo reducir la fertilización tradicional.
Tras seis meses de experimentación y aplicación en parras, los estudios cuantitativos de suelo arrojaron un aumento del 1% en la materia orgánica. Asimismo, se observaron cambios cualitativos visibles, como la aparición de lombrices en las calicatas de muestreo, un indicador de recuperación biológica difícil de obtener en la zona. En las plantas, se registró un mayor vigor en la madera (cargadores) y hojas de buen tamaño, proyectando una mejor producción de fruta para la temporada siguiente.
El objetivo de esta innovación es recuperar suelos en zonas donde no se puede cultivar, utilizando procesos biológicos que regeneran la tierra y mantienen la productividad, ofreciendo una alternativa a los fertilizantes químicos y su huella de carbono.


